martes, 2 de julio de 2013

La playa y sus gentes. Capítulo 1: Los niños

Pues sí, ya llegó el verano. Y con él, la migración entusiasta de buena parte de la población hacia aquellas localidades dotadas de playa, esa suma perfecta de mar, sol, arena, sombrillas, chiringuitos y seres humanos variopintos, tan codiciada en esta época del año. Y, precisamente, de ellos, de los personajes que pueblan las costas, habitantes de las mismas y/o visitantes estivales, voy a hablar en esta y sucesivas entradas por dos motivos:

- Me da la impresión que estos meses no me va a leer ni el Tato.
- Creo que con este tema tan ligerito contribuyo a perpetuar la relajación neuronal que impera en estas fechas.

He decidido dedicar el primer capítulo a los niños en un acto de justicia. No obstante, son ellos los que más disfrutan del sol y de la arena. Y, poniendo nuevamente en práctica mi desmesurada afición a esquematizarlo todo, procedo a enumerar algunos de los modelos sociales de “niño/niña” más comunes en nuestras costas. O por lo menos los que he podido apreciar en un acto de observación casi heroico, porque, no me negaréis que es difícil estar atenta a lo que ocurre a tu alrededor cuando todos tus sentidos, partes del cuerpo y capacidad cerebral están pendientes de que no se llene de arena la esterilla; de echarte bien de protección solar para no parecer una gamba de Huelva; de protegerte la cabeza con una gorra o sombrero (cuanto más fashion mejor) para que no te dé una insolación y se derritan las cuatro ideas que tienes; de no tocar la arena ni con un dedo si estás mojada; de pelearte por la escasa sombra que proporciona la sombrilla; de tratar de recogerte el pelo de forma más o menos decente para no parecer que has salido espantada huyendo de alguien; de no achicharrarte las plantas de los pies, y de entrar en el agua dignamente si hay oleaje y, por tanto, riesgo de caída ridícula e, incluso, de desnudo involuntario. 
Pese a ello, ahí van mis cinco prototipos analizados:

- Niños croqueta
Todo un clásico. Existen dos versiones de tierno infante rebozado en arena: vestido y desnudo. El segundo es muchísimo más práctico, sobre todo, para las sufridas madres que no quieren estar encontrando hasta diciembre arena en el bañador. Además, estos niños croqueta son realmente hábiles logrando adeptos. Su tendencia a correr entre las toallas de la gente provoca enseguida un buen puñado de acólitos llenos de tierra que deben acercarse al mar para limpiarse, quedando de nuevo mojados y a expensas de más ataques, en un bucle de complicada solución.

- Niños con complejo de tuneladora
Estos menores persiguen un extraño objetivo: poder llegar a Australia realizando un agujero cuanto más profundo mejor. El problema es que estas excavaciones faraónicas no son tapadas posteriormente y gran parte de los pobladores de la playa, en especial los de mayor edad, tienen el riesgo de terminar su verano con algún miembro (superior o inferior) fracturado.

- Niños con el termostato averiado
Da igual que esté al borde de la hipotermia, el niño con el termostato averiado no quiere perderse por nada en el mundo un bañito en el mar. Ni siente ni padece. Para él no existen ni el agua fría ni el viento desapacible. Su cuerpo es capaz de ofrecer una gama de morados nunca antes vista en la naturaleza, pero sale del agua con la satisfacción de haberse bañado cuando el resto de la Humanidad tiene los pelos como escarpias.

- Niños que emulan a David Meca
No temen al miedo. Se adentran en las profundidades marinas con no se sabe bien qué intención. Quizá ahorrarse el dinero y llegar a la isla o costa más cercanas utilizando la fuerza de sus brazos y piernas; descubrir cómo nadan los delfines; ganar la medalla de oro de natación en aguas abiertas… Los críos que no se conforman con jugar en la orilla y emprenden esa excitante travesía cuentan con dos máximos enemigos: su padre y su madre. Bueno, no todos. Hay progenitores que, confiados en el buen hacer de sus pulmones, cuando atisban que sus hijos se están alejando demasiado de la costa, se limitan a gritar sus nombres desde su cómoda hamaca. Como si los niños-David Meca tuvieran oído de tísico y no estuvieran completamente volcados en su tarea de encontrarse con Neptuno.

- Niños impacientes con una pala y un objeto esférico en la mano
Dichos niños juegan en la orilla a las palas generalmente con un adulto. Al ser ésta zona de paso de personas deseosas de mejorar su circulación, fortalecer la planta de los pies y tonificar los músculos gracias al saludable ejercicio de andar descalzo por la arena, su partida se ve interrumpida con bastante frecuencia. Por eso, hartos de permanecer inmóviles con la pala y la bola en la mano a la espera de que se dignen a pasar las doscientas personas que han tenido a bien mejorar su estado de salud, cotillear con el vecino o, simplemente, lucir el bikini, los muchachos se hacen los despistados y lanzan la pelota sin miramientos, así golpeen carne, hueso o sombreros de paja. Son expertos en poner cara de “ha sido sin querer, pero la verdad es que me da bastante igual” y repiten el gesto hasta la náusea.

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