martes, 20 de agosto de 2013

Información de servicio público (Parte 2)


Lo sé. He contribuido a que mucha gente cambie su suerte con los consejos que enumeré en la primera parte de esta bien llamada “Información de servicio público”. Por eso, ya tenéis aquí la esperada secuela. Nuevas afirmaciones que os harán mejores personas y lograrán que vuestros deseos se hagan realidad. No me extenderé demasiado en la introducción porque me consta que estáis ansiosos por conocerlas. Vamos a ello.

- Limpiar la mesa con papel y no con un paño de tela trae pérdidas económicas, porque representa un desprecio al papel moneda.
Sí, amigos, sí. Cada vez que optáis por recoger las migas de la mesa con la servilleta de papel sobrante, los escasos euros de vuestro monedero o cartera se ofenden sobremanera (menudos son ellos) y deciden largarse de su escondrijo en busca de nuevos dueños menos comodones que sí deciden levantarse a por un trapito o sacudir el mantel en el suelo.

- El que se casa en enero no estará bien económicamente el resto de su vida de casado.
Lógico. Tus invitados vienen de endeudarse hasta las cejas en las fiestas navideñas y, para protegerse de los fríos invernales, deben comprarse todo tipo de complementos de lana que conjunten con sus modelitos. No esperes, por tanto, que se muestren demasiado espléndidos en sus aportaciones. No podrás cubrir buena parte de los cubiertos, tendrás que pedir un crédito que no te dará el banco y te pulirás los ahorros para poderte ir de luna de miel. Entrarás en un bucle de escasez económica que te hará tener que echar horas extras en el trabajo. No verás nada a tu pareja, que, por su parte, también deberá trabajar como una mula, aumentarán las tensiones y, con suerte, estarás divorciado allá por el mes de diciembre. Conclusión: cásate en mayo.

- Si sueñas un sueño muy bonito en sábado significa que se te hará realidad.
Un truco. Si estás toda la semana pensando sin parar, una y otra vez, sin descanso, en que te va a tocar la lotería o en que Hugh Jackman te va a invitar a pasar con él unas vacaciones en las Seychelles, tu cerebro, por pesada, a buen seguro que le da por materializar estas ideas tan magníficas el sábado. Intentadlo. No perdéis nada. Y también funciona con Angelina Jolie.

- Si se ve una araña al mediodía es anuncio de alegría próxima.
Nuevo consejo protagonizado por un bicho. Ver una araña en cualquier momento del día ya no es sinónimo de que no limpias la casa. No corras como una loca hacia ella con la zapatilla en la mano. No chilles. No hagas un drama. No llames a tus hijos para que la aplasten con sus dedos sin compasión. Ese animalito lleno de patas puede proporcionarte una felicidad indescriptible si su aparición en escena coincide con el mediodía. Esperemos que no venga acompañada de más amigas, porque tu hogar puede convertirse en una reunión de parientes de Spiderman.

- Asegúrate de que tu novio lleve bien puesta la corbata el día de la boda, porque si la llevase de un lado o torcida, te será infiel.
Por favor, os lo pido. Las casadas id todas raudas y veloces a comprobar en las fotos de la boda que las corbatas de vuestros cónyuges están perfectamente rectas. Es la forma más fiable y eficaz de descubrir si van a optar por engañaros con otra en algún momento del matrimonio. Si, con espanto, observáis que dicha prenda se escora hacia un lado, contactad cuanto antes con un buen abogado matrimonial. Menos mal que la red te proporciona este tipo de consejos. La de disgustos que te ahorras, la verdad.

- Colocar dos cucharas cruzadas con un poco de sal en sus extremos cuando va a llover aleja las nubes.
No entiendo por qué en el norte se quejan tanto de que llueve con lo sencillo y económico que es este truco. Lástima que no se especifique qué cantidad de población debe realizar el ritual para que surta efecto. Eso sí, hay que llevarlo a cabo con moderación, no sea que convirtamos entre todos la Península Ibérica en el nuevo desierto del Sahara.

- La niña nacida el día de Navidad será bruja, pero no manifestará ningún tipo de poder hasta los 7 años de edad. El día de su cumpleaños, la madre deberá vigilar a su hija las 24 horas, pues las brujas la reclamarán para sí en algún momento del día.
¡¡¡AVISO A LAS MADRES QUE HAN TENIDO LA MALA SUERTE DE PARIR A SUS HIJAS EL 25 DE DICIEMBRE!!! ESTE CONSEJO ES DE VITAL IMPORTANCIA.
Visualicemos la situación. Comida de Navidad. Típica reunión familiar llena de chanzas, anécdotas, cordero, langostinos y jamón del bueno. Tu hija cumple siete años y ya es fan acérrima de Justin Bieber. Sientes que el tiempo pasa tan rápido, si hace nada estaba jugando con las Monster High…
De repente, una cohorte de señoras con sombreros puntiagudos y verrugas en la nariz entran volando por la cocina subidas en escobas. Mierda. Dejaste la ventana abierta para que se fuera el olor a cordero quemado. Sin mediar palabra, tienden la mano a tu pequeña, que, atraída por una fuerza irresistible, se sube a una de las escobas.
Tu padre escupe la gamba. Tu hijo menor está fascinado. Tu madre te mira con cara de “te lo dije, eres una descreída, tenías que haber encerrado a la niña en un armario bajo llave”. Tu hermana, decidida a ahorrarse el trauma, anota en su Iphone “bajo ningún concepto mantener relaciones sexuales sin protección entre los meses de marzo y abril”…
Pasan los años y recibes cartas y fotos de tu hija. Removiendo un caldero lleno de sapos con las del insti. De vacaciones en Salem. De akelarre por el País Vasco. Está feliz y ha encontrado su sitio. Viene a verte algún viernes 13 que otro y has descubierto que es una adolescente alegre, amiga de sus amigos y de saludable color verde. Pese a todo, no lo llevas tan mal. Eso sí, para superarlo, tuviste que apuntarte a la asociación “Madres que no hicieron caso de los consejos aparecidos en una página de internet (que, como todos sabemos, es un pozo de sabiduría) y ahora deben acudir a nuestras reuniones para tratar de superar que sus dulces princesas se han convertido en brujas pirujas”.
Advertidas estáis.

jueves, 1 de agosto de 2013

La playa y sus gentes. Capítulo 2: Los hombres


He aquí mi segunda reflexión acerca de los personajes que pueblan la playa en verano, aprovechando que acabamos de entrar en agosto, el mes vacacional por excelencia. No obstante, antes de comenzar con otro de mis sesudos análisis, me gustaría acordarme de aquellos que, por suerte o por desgracia, han de permanecer estos treinta y un días tan estivales en sus lugares de residencia. Sufridos seres que viven en sus carnes una serie de situaciones (algunas buenas y la mayoría, no tanto) que se repiten año tras año como una letanía. A saber:

- Bajar a la calle ufana y despreocupada y descubrir, no sin horror, en el cristal de la puerta del estanco/farmacia/tintorería/administración de loterías de tu barrio un cartel que reza: “Establecimiento cerrado por vacaciones del 2 al 28 de agosto”. Darte la vuelta, ya sin ningún tipo de alegría en el cuerpo, y concienciarte de que te espera un agradable trayecto bajo el sol hasta la otra punta de la calle (en el mejor de los casos) para poder comprar tabaco/comprar paracetamol/que te laven y planchen el traje para la boda de tu prima/echar el Euromillón, no sea que toque justo cuando no lo echas.

- Ir a comer a casa de tus padres y/o suegros, y descubrir, con una alegría indescriptible, que puedes aparcar en la puerta, no como en el resto de meses del año, que, prácticamente, has de coger un autobús para poder llegar desde el lugar donde has  estacionado tu vehículo hasta la vivienda donde tiene lugar el ágape familiar.

- Meterte en un centro comercial con la sana intención de comprarte alguna prenda veraniega rebajada y descubrir, no sin cierta depresión, cómo los abrigos, las cazadoras, los jerséis de cuello vuelto y los uniformes del colegio invaden el espacio sin piedad, recordándote que el ciclo de la vida es corto, tú te haces mayor a la misma velocidad, y en menos que canta un gallo estarás comiendo turrón, cantando villancicos y dando la bienvenida a un nuevo año que, indefectiblemente, pasará igual de rápido que el anterior.

- Ir al trabajo por la mañana o por la tarde y descubrir, con bastante indignación, rabia y ganas de emular a Michael Douglas en “Un día de furia”, que, si bien, puedes sentarte en el medio de transporte público en cuestión, la espera motivada por los nuevos horarios estivales ha sido tan larga, que te da igual sentarte, bailar una sardana o hacer el pino puente. Al día siguiente, deberás levantarte una hora antes (por lo que te planteas si sería más práctico no dormir, directamente) o, en el caso de que trabajes de turno vespertino, tendrás que inventarte una especie de desayuno-comida (vamos, un “brunch” obligado y carente de todo glamour) con las suficientes calorías para aguantar hasta la hora de la cena, que, debido a los también espaciados horarios nocturnos, con probabilidad se solape con el “brunch”, generando un bucle sin fin.

Bueno, vamos al lío, que se me va la cabeza y yo he venido aquí a hablar de la playa, como diría aquel. Voy a centrarme, esta vez, en cinco tipos de hombres con sus diferentes edades e idiosincrasias, muy claros y bien conocidos por todos:

- Hombres a una cerveza pegados.
En versión lata o vaso de plástico, el hombre a una cerveza pegado posee una mano inservible, ya que la única misión de sus cinco dedos es sostener con determinación dicha bebida. Como bien afirma el anuncio de una conocida cerveza con limón (para que luego digan que la televisión ha perdido su función educativa), con la otra mano libre son capaces de saludar al vecino, secar con la toalla a los niños, jugar a las palas, nadar en el mar y hasta hacer un sudoku de los difíciles. Todo menos soltar su néctar de los dioses, el brebaje que les da fuerza para afrontar los calores veraniegos.

- Hombres a un balón pegados.
Otra versión de "sujeto que presenta un elemento extraño anexo a su cuerpo", en este caso, un balón de fútbol. La principal característica del hombre a un balón pegado es que es un ser gregario, es decir, que tiene tendencia a juntarse con otras personas, formando todos ellos un grupúsculo claramente diferenciado que se denomina “rondo”. Otra particularidad de dichos individuos es su nostalgia de tiempos pasados, ya que gustan de rebozarse en la arena  tras golpear el balón mediante posturas inverosímiles (véase la definición de “niño croqueta” del capítulo anterior). Además, suelen comunicarse mediante onomatopeyas e insultos que aumentan ostensiblemente de decibelios si en las inmediaciones del rondo existe un grupo de mujeres. Cabe destacar que alrededor suyo pululan unos espectadores fieles que no participan en la actividad, pero interactúan con el resto, llamados “típicos amigos enemistados con el deporte”.

- Hombres concienciados con los riesgos de la exposición solar.
Es fácil distinguirlos. Transportan utensilios playeros hasta con los dientes. Y tienen una complicada e ingrata misión: la salud de la piel de toda su familia está en sus manos. Con firmeza y cierta altivez, sostienen el artilugio que les ayudará en su tarea: una sombrilla de diámetro considerable y un pequeño apéndice en forma de espiral en su parte inferior. Tras clavar el arma en la arena, comienzan un largo (larguísimo) ritual consistente en girar y girar con insistencia el apéndice de plástico. Giran y giran sin descanso para que la sombrilla quede bien sujeta, para que no entre ni un resquicio de luz solar, para que los suyos estén bien protegidos y para, quién sabe, lograr hallar una bolsa de petróleo que les haga ricos y les exima de volver a cargar los aperos de la playa y de veranear en esa ciudad costera tan repleta de gente…

- Hombres paseantes.
Estos hombres, en el fondo, añoran las aglomeraciones de sus ciudades de origen y se lanzan como locos a las orillas marinas a pasear con otras doscientas mil personas. Los de más edad llevan la cabeza bien cubierta con un sombrero de paja con inscripciones en el ribete (generalmente relativas a un lugar de veraneo) o con una gorra publicitaria. Pueden realizar su saludable paseo a pecho descubierto o vistiendo una camisa de poliéster, abierta eso sí, para que la brisa incida bien en sus ya maltrechos pectorales. Éstos últimos pueden olerse a distancia. Los más atrevidos no dudan en atentar contra las pupilas del resto de los pobladores de la playa usando slips que, probablemente, forman parte de su armario desde los años 70. La mayoría de ellos recurre al melón o a la sandía para recuperarse de la caminata.
Otro tipo de hombre paseante, de menor edad y con los músculos más desarrollados, es el que comúnmente se denomina “chulo de playa”, aunque yo prefiero optar por el término “hombre que ha sustituido su columna vertebral por el palo de una escoba”. Usan gafas de espejo y, la mayoría de ellos, lleva tatuajes hasta en las uñas de los pies. Andan tan erguidos y con los brazos tan separados del tronco que les resulta sumamente difícil recoger algo del suelo. Así que, no les culpes si no tienen el buen gesto de entregarte el chupete que el niño ha tirado en la arena o la pelota que no supiste devolver a tu compañero o compañera de juegos. Los pobres no quieren convertirse en antiexcitantes ángulos rectos (más que nada porque temen no volver a recuperar su postura inicial y quedarse así hasta el final de sus días).

- Hombres que preferirían estar en medio de un apocalipsis nuclear antes que en la playa.
Otro tipo de hombre fácilmente distinguible. Arruga el gesto porque le molesta el sol y apenas sale de debajo de la sombrilla. Sacude continuamente la arena de la esterilla. Se tumba, pero se incorpora al minuto. Se da la vuelta, pero vuelve a levantarse al instante. Trata de leer el periódico, pero no se concentra. Mira el reloj cada tres segundos. Mete el pulgar del pie derecho en el agua y lo saca con cara de frío. Por supuesto, no pasea. Lo único que mitiga su tortura es pensar que nada es eterno y que su escasez monetaria “apenas” le permite “disfrutar” de siete días de vacaciones. En breve, estará pisando de nuevo acera firme, respirando CO2, sometiendo a sus ojos a las radiaciones del ordenador y sintiendo el frescor del aire acondicionado en todos los poros de su cuerpo. Toda una delicia para sus urbanos sentidos.