viernes, 17 de mayo de 2013

La terrorífica historia del Familiar Interrogante (Parte 1)

Forma parte de tu vida, pero no te das cuenta de su presencia hasta bien alcanzada la adolescencia. Es astuto, inquisitivo, certero, y centra su actividad en ámbitos bien diferenciados: bodas, bautizos, comuniones, funerales, fiestas navideñas…Yo he decidido denominarle el “Familiar Interrogante”, no sólo por la principal acepción del término, a saber, “pariente que interroga”, sino también por que da pie a imaginárselo como una suerte de cíborg o replicante. Huelga decir que su sexo es indefinido, ya que, si bien las FI hembras son legión, existen algunos especímenes de FI varones que superan con creces el buen hacer de sus colegas femeninas. Como habéis observado (sois lectores inteligentes, eso nunca lo he puesto en duda), a partir de ahora voy a optar por referirme al “Familiar Interrogante” como FI, que es más corto y así aprovecho recursos.

Bien, ¿por qué no nos percatamos de la existencia del FI durante nuestra infancia? La respuesta es sencilla. Nuestra misión en los eventos anteriormente mencionados se reduce a correr detrás o delante de los otros miembros menores de la familia, destrozarnos el vestido nuevo tirándonos de cabeza por el tobogán y echar gusanitos en la Fanta. No se espera mucho más de nosotros. Somos felices, ingenuos y accedemos gustosos a acudir a los actos familiares, porque son divertidos, acabamos exhaustos, y, con suerte, habremos podido participar en una memorable guerra de migas de pan.

La cosa cambia a los 15 años. A esa edad eres un compendio de hormonas desajustadas y, por supuesto, si te dan a elegir entre acudir a una boda o cumpleaños familiar y que un señor te clave agujas ardientes en las uñas, escoges lo segundo con los ojos cerrados. Pero, como tú y tus hormonas aún no tenéis ni voz ni voto, asistís todos en buena armonía a lo que consideras (con no poca tendencia a la exageración) el Infierno en la Tierra. Afortunadamente, tus compañeros de carreras de la infancia también han alcanzado la adolescencia, así que te sitúas a su lado buscando cierta complicidad. Lo que tú no sabes es que está a punto de producirse tu primer encuentro con el FI. Ignoras que tiende a atacar cuando menos te lo esperas, oliendo tu debilidad cual animal de rapiña, aprovechándose de tu desconcierto. Mientras tratas de digerir una croqueta que más bien parece hecha de aire porque hasta una suela de zapato tiene más sabor, el FI se acerca sigiloso. Y justo cuando el bolo alimenticio está a punto de pasar a tu esófago te lanza su primera inquietud: “Bueno, ¿qué?, ¿y el novio para cuándo?”. En ese momento, te giras y le ves por primera vez en tu vida. Esa cara, Dios, esa cara no podrás olvidarla jamás. La croqueta insípida se queda atascada en tu garganta, toses desesperadamente, bebes lo primero que tienes a mano, los ojos se te ponen como dos huevos duros… Te quedas sin reacción, a merced de ese ser desconocido hasta entonces. FI - 1; Pobre Víctima Indefensa - 0.

A los 22 años, asistes a las reuniones familiares con la esperanza de que los demás te pregunten por tus estudios y, para qué nos vamos a engañar, por ese atrevido corte de pelo que te has hecho. Total, ellos no saben que llevas dos días enteros llorando por tu melena y preguntándote qué parte de la frase en castellano “Sólo quiero que me cortes un poco las puntas” no ha entendido la hija de p… de la peluquera de tu barrio. No obstante, eres joven, guapa, estudias tu carrera soñada y piensas, ingenua de ti, que cuando te licencies trabajarás “de lo tuyo”. Porque tú vales mucho, lo sabes, y vas a triunfar en la vida. De todas formas, tu seguridad no es completa. Aún sientes en tus huesos aquella gélida sensación… Miras a todos lados, nerviosa. Parece que el FI no ha venido. Te resulta extraño, pero quieres creer en esa posibilidad. Un camarero te pone delante una bandeja de canapés. Tu elección no es demasiado arriesgada: salmón con queso. Le sonríes. Abres la boca, introduces el alimento y, de repente, oyes a tu espalda: “Bueno, ¿qué?, ¿aún no tienes novio?”. No, otra vez, no. No, por favor. Suerte que no has tragado aún el canapé y sale despedido limpiamente de tu boca. Ahí está de nuevo. El FI, intrigante, sibilino…, provocándote esa necesidad imperiosa de salir corriendo. Su cara ofrece otros matices bien distintos. Ya no es la insana curiosidad del principio, no. Ahora crees percibir en su rostro la extrañeza. Y tienes razón. Mientras tú intentas sobreponerte a la situación, el cerebro del FI ya está procesando su teoría. Tienes 22 años y no has asistido a una reunión familiar con novio. Es un dato preocupante. Quizás denote cierta propensión a la ligereza de cascos, a la moral distraída… El FI tiene su hipótesis bien perfiladita. Una cosa está clara, has vuelto a perder la batalla. FI - 2; Pobre Víctima Indefensa con el pelo demasiado corto - 0.

Te plantas sin saber muy bien cómo en los 26 años. No te va mal del todo. Trabajas a ratos y has decidido montar un pequeño negocio con varios amigos de la Universidad. Estás a gusto contigo misma, procuras viajar cuando el tiempo y el dinero te lo permiten, y, muy importante, has cambiado de peluquera. Pero la principal novedad de tu vida es otra. Sí, ha llegado. Por fin. La emoción te embarga. ¡¡¡Llevas a tu novio por primera vez a un evento familiar!!! Te sientes feliz, plena, observas con orgullo como tu media naranja se integra perfectamente en tu familia. La sonrisa no se borra de tu cara. Nada puede empañar este momento tan mágico. Es más, buscas al FI con la mirada. Esta vez, sí que tienes ganas de encontrártelo. No lo ves y te desesperas. Ya es mala suerte… Pero, como eres una chica lista (y con novio) se te ocurre enseguida cómo debes atraerle. Te diriges hacia una mesa y seleccionas con cuidado tu próximo bocado. Hay unos canutillos de hojaldre con una especie de masa verde dentro no demasiado atrayentes, pero que, sin duda, no sólo provocarán el encuentro con el FI, sino que también te darán cierto aire de entendida culinaria (y con novio). Te recreas en el manjar (está asqueroso, pero haces de tripas corazón), deseosa, expectante. El FI se acerca. Estáis frente a frente. Tú sonríes, altiva, mientras masticas esa cosa horrible que has tenido a bien meterte en la boca. Y justo cuando vas a articular palabra, el FI se te adelanta y te pregunta con sarcasmo y cierto tonillo de interés fingido: “Bueno, ¿qué?, ¿y la boda para cuándo?”. No puedes escupir nada porque, muy a tu pesar, te has tragado el hojaldre entero, con su masa verde y todo, sin miramientos. Así que, sólo te queda llorar. Tu mundo se derrumba, otra vez. Vuelves a no estar a la altura y concluyes que el FI es un ente insaciable. FI - 3; Pobre Víctima Indefensa (pero con novio) - 0.


(CONTINUARÁ….)

No hay comentarios:

Publicar un comentario